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Sobre Aplausos para el atardecer:

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EL PAÍS

La vasija de cristal de un escritor

Santiago Belausteguigoitia Sevilla 24 MAR 2004

José Hierro (1922-2002) es uno de los nombres fundamentales de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX. La riqueza de su poesía, la dificultad de adscribirle a una generación, el largo periodo de silencio poético que marcó largos años de su vida, su simpatía y efusividad o su capacidad de congregar a centenares de personas en sus charlas y conferencias hacen de él un escritor único. Fue un autor que despertó muchas simpatías y algunas, tan escasas como virulentas, antipatías procedentes de colegas del gremio.

El onubense Juan Andivia acaba de sacar a la calle José Hierro. Entre madera y ceniza en la Colección Enebro de la Diputación Provincial de Huelva. Residente en Sevilla desde 1974, Andivia es doctor en Filología y Premio Extraordinario de carrera. Andivia pertenece al Grupo de Investigación Teoría Lingüístico Literaria de la Universidad de Sevilla. Ha publicado los poemarios Barajando silencios, Ángel y De la muerte o de la vida, así como artículos en revistas y diarios.

"Para Hierro la creación poética comporta dos momentos complementarios: la iluminación y la reflexión. 'El poeta ha oído una llamada misteriosa -dice-, le invade una sensación sutilísima, intensa, que precisa transmitir' y a continuación, el ritmo incipiente que se insinúa y le desasosiega se traduce en un tono, en un peculiar acento que pretende quedar en la memoria cuando las palabras se hayan olvidado. El proceso siguiente es el momento reflexivo, lógico, que aprovechará esa melodía para cantar sus emociones, sus recuerdos, sus vivencias. Tal es la letra del poema, que es indisociable de la música, porque 'la palabra es letra y música a la vez", escribe Andivia.

"Hierro persigue una adecuación a la forma justa y precisa, y utiliza para ello un bello símil: 'Una vasija de finísimo cristal a cuyo través se ve el licor de su significado. La vasija no ha de verse. Es un simple recipiente que impide que la idea se derrame'. No obstante, ese recipiente ha de estar bien elaborado, ha de ser la vasija exacta. Por eso se preocupa tanto del aspecto formal que, en definitiva, será el encargado de transmitir su mensaje", señala el doctor en Filología.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de marzo de 2004 


HUELVA INFORMACIÓN

VICENTE QUIROGA escribió:

ALBADÁ es el nombre que da a su último libro de poemas el poeta onubense Juan Andivia Gómez. Me es muy grato volver a su obra poética, como me resultó igualmente placentero ocuparme en estas mismas páginas de su anterior publicación, 'José Hierro. Entre madera y ceniza', editado hace dos años por el Servicio de Publicaciones de la Diputación Provincial de Huelva en su colección Enebro, en el que glosaba con singular criterio y perfecto conocimiento la magnífica obra y la egregia figura del inolvidable poeta madrileño, santanderino de vocación. Juan Andivia Gómez, Doctor en Filología y Premio Extraordinario de carrera, perteneciente al Grupo de Investigación Teoría lingüístico literaria de la Universidad de Sevilla, ciudad en la que vive desde hace muchos años y ejerce como profesor, es para mí una persona entrañable y cuya poesía admiro desde hace muchísimo tiempo. Sus versos pueden encontrarse en los libros 'Barajando silencios' (Huelva, 1982), 'Ángel'(Huelva, 1990), 'De la muerte a la vida' (Huelva, 1995) y 'José Hierro. Entre madera y ceniza' (Huelva, 2003), pero también pueden hallarse en numerosas obras colectivas que sería demasiado prolijo consignar porque ha sido muy amplia y fructífera su participación en esas antologías. Porque Juan Andivia es el autor de una generación de poetas onubenses que han marcado huella indeleble en el ámbito poético onubense de las mejores épocas con figuras más o menos cercanas a su recia personalidad con un sello trascendental. En la 'Historia de la Poesía en Huelva' (1987), escrita por los poetas José Baena Rojas y Manuel Sánchez Tello, se dice de él que "su poesía presenta rasgos de una acusada personalidad en la que destacan lo vivencial y lo inmediato. Es un poeta intimista en el que se aprecia un velado desasosiego espiritual". En la muestra antológica de tan valiosa publicación figuran algunos de sus mejores versos. Muchos de ellos, de esas memorables obras colectivas '8 poetas onubenses' (1977), 'Candil' (1981), 'Celacanto' (1983) - una revista que marca una época esplendorosa en la poesía de esta tierra con nombres imprescindibles de la que Juan Andivia, con algunos de ellos, fuera fundador y redactor -, 'Lírica de una Atlántida' (1986) y 'Versos para un fin de milenio' (2001), entre otros, forman parte de 'Albadá', este poemario que espigando poemas de todos estos años, nos da la medida exacta de la dimensión poética de un autor madurado con firmeza y con el encanto de sus versos de admirable diversidad, hermosos, sinceros y magistralmente construidos. Por eso no puede ser más cálida la acogida de este libro que enriquece de manera singular nuestra biblioteca poética y resulta doblemente interesante. Por un lado nos permite una lectura impagable y, por otro, a la vez, por contar con aquellos poemas, que admiramos en otros tiempos y que hoy saboreamos de nuevo con el regusto de un lenguaje sensible, certero, tierno y conmovedor que nos hace más felices: "Y saltamos dichosos/ por haber conseguido/ despertar esta vida/ latente entre los sueños".




ALBADÁ

JOSÉ BAENA ROJAS escribe:

Se trata de una compilación de poemas de varias épocas, desde las más tempranas; y también de distintas maneras de ver la vida, a través de unos versos, cuya mayoría ya fue publicada en diversos medios. Lo edita la colección Palabras Mayores, de la editorial granadina Alhulia, en un tomo de ciento sesenta páginas, sin palabras preliminares y con un poema, a modo de introducción, que empieza así: “No insistas. Los porqués de las cosas no se saben jamás”. Siguen más de cien composiciones, organizadas en seis apartados y un epílogo, que parecían significar una despedida del autor como poeta. El primer poema está fechado en 1977 y los últimos, inéditos, “tampoco son de este siglo”, según ha asegurado.

La voz poética de Juan Andivia abarca desde lo social al amor más intenso. Preocupado por todo lo humano su poesía se estremece y grita, se estremece y llora, se estremece y reflexiona, hondamente, sobre su destino y el destino del hombre.
Huye de la soledad como perro que aúlla su dolor en la noche.

Prefiero que me odien a que me ignoren, prefiero la locura
a la tibieza,

y el dolor
a estar solo

Establece una interesante diferencia entre el dolor, propiamente, y la soledad como dolor supremo. Esta categoría escalonada en la dimensión del sentimiento se vislumbra a lo largo de todo el poemario. Sólo, momentáneamente, la certidumbre y el gozo del amor salva al poeta del dolor supremo, de la soledad.

Duermes. La Cibeles dorada de tus sueños
te pasean a caballo en la tarde de Abril. Sevilla. Feria.(Y estamos en Oviedo) Duermes. Sabia tú, desde tu lecho siempre, escapas a ti misma, a nosotros y al viento para cruzar los valles y los ríos, y plantarte de un salto en la marisma limpia de tu Huelva o en la calle Asunción, con tu festiva vocación sevillana. Amparo.

El amor dulcifica la acidez de la vida, aún cuando el propio amor compartido se revela esquivo.

Estar o no en este absurdo concierto para sordos. Existo.

Dice más adelante.

domingo, abril 02, 2006

No es poesía edulcorada, superficial, sino honda, intensa; poesía de un ser que habita en la duda, en la incertidumbre, en la soledad radical; en la felicidad que resbala, blandamente, en el silencio de los días.

...y me cabe el silencio a duras penas, para callarme todo lo que debo

Nos traspasa su dolor porque nos sentimos solidarios de su misma causa, náufragos del mismo barco, y nos emociona la belleza directa de sus versos que se clavan como dardos en las entrañas.

Porque tú me dijiste que el ahora
era un dulce paseo solitario.
Y me mentiste, ángel de la risa,
como a un niño se miente, injustamente.

La decepción, entre las promesas que nos hicieron de niño, y la realidad del hombre que, arrojado al mundo, se encuentra, transmuta en suave y enérgica protesta. La mentira es el atajo de los tontos. Y de todo, soledad, silencio, desesperanza, angustia.. nos salva el amor.

Estrenaré tu cuerpo cada día,
te iré besando ríos, cordilleras..., ....
Desnudaré tu risa y mis deseos,
y ofreceré mi voz de dios herido en la hoguera celeste de tus ojos.

El amor es el refugio, el antídoto al dolor supremo y es la salvación del hombre herido por la mentira contada desde niño y por la realidad injusta y dolorosa del vivir.
Pero el amor también nos miente promesas de eternidades que se tornan fugaces instantes.

...me miré despacioso, y tristemente volví a pensar en ti cuando me amabas.

Esos instantes justifican el sufrimiento y la existencia. Esos instantes, que una vez perdidos, constituyen el objetivo de todas las acciones que se emprenden; suave nostalgia.

Me gustaría soñar, como hace tiempo, con náyades, con Claudias,
con los muslos de piedra de la Steffi, con los ojos de gata de Nastasja; soñar con las vecinas imposibles, ...

o también

Yo me quité de ti, como el que quiere quitarse del tabaco o de la vida

Al final ni el amor nos salva de la gran mentira o del gran dolor y al final siempre la soledad que espera agazapada detrás de cada día.
Un libro, en suma, intenso, dolorido, desgarrado, humano que mira desde lo humano al hombre desde el hombre. Unos versos de profundo lirismo que nos obliga a pensar y a pensarnos cabalgando en una muy buena poesía. 


Hielo

Jesús Cotta, escribe:

He leído tu libro y me ha gustado mucho más que el de Albadá, el único libro tuyo que había leído hasta ahora. Los de Hielo son poemas de una voz sosegada y sencilla que dice cosas tremendas. En eso creo que radica su fuerza. Contiene poemas realmente valiosos. Sus versos son elegantes y sin estridencias ni barroquismos. Para mí lo importante de un poema es que cree una atmósfera de misterio y sugerencia y transmita con ellas una emoción o al menos una vibración estética. En los tuyos está eso. Vibra en todos ellos la nostalgia de algo grande cuya pérdida deja al poeta desamparado pero a la vez es algo de tan luminoso recuerdo, que lo mantiene vivo y le proporciona la dignidad para sobrellevar el dolor en soledad, en una soledad compartida con el recuerdo de lo perdido.

El libro, como te digo, me ha gustado mucho, pero muy especialmente los siguientes poemas.

El primero, porque tiene un aire de aparición bíblica, de revelación luminosa. El haiku de la página 21 es precioso, porque convierte a la otra persona en algo mucho más real que las fotos y todo lo demás: la vivencia interior. Me recuerda a san Agustín cuando decía que buscaba a Dios por muchos sitios y al final lo encontró dentro de su corazón.

El poema de la página 23 es espléndido, gozoso, luminoso. Es para mí el mejor de todo el libro, por sus imágenes y por el torrente de generosidad y de amor que derrocha. Siendo, como es, radiante, destaca en medio de tantos poemas nostálgicos porque es dichoso en su nostalgia, porque es tan bella la imagen del objeto amado en el interior del amante, que, a pesar de todo, él sigue bendiciendo aunque sea solo el recuerdo. El de la página 26 es un dardo transparente y emotivo. En la página 28 verso de «y me sé que te quiero» me parece todo un hallazgo. El de la p. 28 también me gusta. El soneto de la p. 31 tiene un toque quevediano, por el juego de conceptos y, si es posible esa mezcla, de Lope, por la brillantez de la expresión del sentimiento que lo preside. Es un buen soneto. El haiku de la p. 33 es el que más me gusta, porque desprende un aura de misterio, de momento fugaz atrapado, de complicidad entre amantes ya imposible. No sé, tiene algo que me atrapa. El de la p. 36 es otro buen haiku y el de la 38. El poema de la p. 43 es estupendo. El desarrollo es brillante y triste y el final es sorprendente y estremecedor, pero a la vez tierno. También los de las pp. 44 y 45. El de la p. 57 es un buen autorretrato y un buen programa. El de la 61 me parece de una ingenuidad y una sinceridad encantadoras. Es un haiku para enmarcar.

Lamento si toda la belleza de estos poemas que sinceramente me han encantado ha nacido del dolor. Pero si es así, bienvenida sea la poesía que convierte el dolor en belleza y así lo dignifica. 


LUZ CULTURAL, 23/4/2023

JUAN ANDIVIA GÓMEZ, CON UNOS VERSOS DE MÁS,

 JUAN ANDIVIA, EBRIO DE VERSOS Y BELLEZA


                              JOSÉ CENIZO JIMÉNEZ


        “Para vivir, es necesario / que los demás te vivan”. Con estos versos de Juan A. Guzmán como pórtico nos adentramos en el poemario Con unos versos de más del profesor (y director) jubilado  de Enseñanza Secundaria y Doctor en Filología Hispánica Juan Andivia, uno de esos profesores y escritores que, por circunstancias laborales y/o familiares, han acabado viviendo en Sevilla, como a nosotros mismos nos ha ocurrido. Aunque en Sevilla desde 1974, nació en Huelva en 1952 y siempre ha estado unido a ella con actividades literarias como publicaciones colectivas, conferencias, revistas literarias, programas radiofónicos, artículos en prensa, etc.

Su trayectoria literaria abarca poemarios como Barajando silencios (Huelva, Delegación Provincial del Ministerio de Cultura, 1982), Ángel (Huelva, Celacanto, 1990), De la muerte o la vida (Huelva, Celacanto, 1995), Albadá (Salobreña-Granada-, Alhulia, 2006). Recopiló cuentos infantiles en Sobre el caballo blanco de la fantasía (Sevilla, 1983). También ha publicado Aplausos para el atardecer (colección de artículos publicados en prensa) –Salobreña, Granada, Alhulia, 2018- y Ojo de buey. Relatos y microrrelatos (Salobreña -Granada-, Alhulia, 2021). De crítica literaria e investigación José Hierro: madera y ceniza (Huelva, Diputación Provincial, 2003), adaptación de su tesis doctoral defendida en 1995 en la Universidad de Sevilla.

“La voz herida de Juan Andivia” titula el prólogo José Baena. Encuentra “una poesía honda, profunda, asentada en la vida, lírica, dolorida” y continúa con su descripción: “No hay malabarismos estéticos, no hay juegos semánticos, no hay metáforas efectistas, tan en boga en estos tiempos donde colea aún la posmodernidad. No, hay lenguaje cuidado, dominio del verso, mirada interior, sentimiento y culto a la palabra como diosa suprema de una religión nueva: la poesía”. Asimismo cree que  “destila una voz desgarrada, transida de dolor por la ausencia de lo amado. Voz honda, profunda y verso justo, acabado, medido, en su exactitud de duelo. Belleza y pensamiento intenso”.

Así resulta. En la obra de Andivia hay una lírica vibrante, ahondada, dolor asumido por la palabra, dueña del poeta y de la poesía, la palabra justa, medida, elegida entre otras posibilidades para quedar como única posible en el poema. Elegir es la clave del creador, del poeta, y con mínimo repertorio donde nada sobre. Y el primer poema del libro así lo confirma, tres versos que dicen mucho:

Perdonad mis errores:

Caminaba

con unos versos de más.

Y en el segundo ya muestra la raíz temática y sentimental del libro, el amor envuelto en melancolía y desengaño:

Al sur de tu frontera me refugio

pido un asilo urgente en tus caricias.

(Tus brazos ya no están).

Me emborracho de sombras

y sospecho

que el final que está lejos

acaba de llegar.

Calla, calla,

mira el hombre que soy;

ponme otra copa, amor,

de melancolía.

Estamos en la crónica poética de una pérdida y una desolación: “tenté tanto al azar / que / lo he perdido todo”, “Y nadie supo nunca / que la firmeza del amor /había perdido otra batalla”, “Un día fui feliz y lo recuerdo”, “sé que es tarde para vivir de nuevo”, “Yo soy la sombra de mi sombra”, “soy grano tan pequeño, trozo tan diminuto / que da igual adonde sueñe”.

De ahí que se pida, si vuelve a la vida, ser algo inanimado, como pedía Rubén Darío:

que si he de volver

me pido ser jarrón,

juego de mesa,

percha, ventana o muro,

pero que no vuelva a tener

un alma

que arrastrar por los suelos

Un Rubén que vuelve a recordarse así: “Y en ocasiones, / lloro cuando ha pasado la causa de mi llanto, / si es que estas causas pasan”. No faltan quejas ante cuestiones sociales. Como señala José Baena en el prólogo: “Irreverente, rebelde, lúcido… rechaza normas inútiles, rechaza el fariseísmo de aquellos que huyen de la vida para vivir una existencia sin nervio, sin vida, negándose a sí mismos en un suicidio permanente”. Y lo ilustra con estos versos:

Aborrezco ese trueque moderno

de papel y metales.

No creo en los ministros de la iglesia,

ni en los que están en ella todo el día.

“Mi frente es la belleza, no la guerra”, dice. O estos versos con escepticismo:

Que nada cambiará y que los pobres

seguirán siendo pobres porque otros

detentan el poder y las riquezas.

Hallaremos en este recorrido versos espléndidos de esos que son un fogonazo y te erizan la piel y la lectura: “Tengo como memoria / un corazón cansado”, “Nací para reír y tragarme las penas”. Un libro recomendable por su ímpetu vital a pesar de todo, por su lenguaje de poeta ebrio de belleza, de palabras y de versos. La gran ebriedad, la de la palabra exacta en su esplendor, para compensar la borrachera de las sombras, como dice, y de la melancolía.


JUAN ANDIVIA GÓMEZ, CON UNOS VERSOS DE MÁS, MADRID, ED. ADARVE, 2021

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